Desde hace décadas, Rosticería Molinos se ha consolidado como un referente de pollo rostizado en diversos barrios de la Ciudad de México. Con sucursales en colonias como Tacuba, Azcapotzalco, Del Valle, Coyoacán, Mixcoac y otras, la rosticería se distingue por su sazón casero, el ambiente familiar y un menú sencillo pero muy querido.
Una de las ventajas que tienen los clientes es el servicio a domicilio. Rosticería Molinos ofrece entregas en varias delegaciones de CDMX, operando usualmente en horarios de 11:00 a 20:00 hrs. Este modelo, que muchas empresas de comida han potenciado tras la pandemia, les ha permitido mantener presencia y fidelizar clientes que priorizan comodidad.
Su cocina es simple pero efectiva: pollo rostizado, guarniciones tradicionales, salsas caseras. No buscan sofisticación gourmet, sino ofrecer un producto honesto, accesible y que cumpla. Esa estrategia los ha mantenido vigentes, pues en barrios con mucha competencia, la autenticidad y el sabor local pesan mucho. Aunque no hay datos públicos detallados de ingresos o crecimiento reciente, la presencia de varias sucursales y reseñas locales sugieren que su modelo sigue siendo rentable.
Sin embargo, Rosticería Molinos enfrenta desafíos típicos del sector: costos de ingredientes (pollo, gas, sazones), competencia de cadenas más grandes o de servicios de delivery globales, y expectativas crecientes de higiene, rapidez y presentación. Mantener estándares de calidad en todas las sucursales, tener buen servicio al cliente, y adaptarse a plataformas digitales son claves para seguir creciendo.
En conclusión, Rosticería Molinos representa lo que muchos comensales buscan en CDMX: comida buena, sazón local, precio razonable y servicio cercano. No es un restaurante de lujo, pero tiene algo que muchas grandes cadenas no: identidad. Y en un mundo de opciones, eso puede marcar la diferencia.








