La generación Z y los millennials están reescribiendo el concepto de éxito. Ya no se trata de tener la casa más grande, el clóset más lleno ni el coche más nuevo. Se trata de libertad. De experiencias. De poder moverse cuando quieran y vivir más livianos. Y eso se refleja en todo: desde el auge de los nómadas digitales hasta el minimalismo emocional y material.
Según datos de Statista (2024), el 62% de los adultos jóvenes en América Latina prefiere gastar en viajes, conciertos o talleres, antes que en objetos. Además, el 48% ha considerado reducir sus pertenencias o vivir en espacios más pequeños. Esta tendencia no solo responde a razones económicas, sino a una nueva escala de prioridades: menos cosas, más vivencias.
Este estilo de vida no es nuevo, pero ahora es más accesible gracias a la tecnología. Desde el trabajo remoto hasta las apps para rentar cualquier cosa, vivir “ligero” es una elección viable. Y no es solo una moda: está profundamente conectado con la salud mental. Menos acumulación = menos carga.
El concepto “travel light” se volvió filosofía de vida. Cada vez más personas quieren que todo lo importante entre en una maleta. No porque huyan de algo, sino porque saben que moverse es una forma de aprender, crecer y encontrar quiénes son.
Vivir con menos no significa conformarse. Significa elegir con intención. Y esa, tal vez, es la verdadera riqueza.