Durante años nos hicieron creer que el cuerpo de un atleta se apaga después de los 30. Pero algo ha cambiado. En 2024, los nombres más grandes del deporte mundial —Messi, LeBron James, Novak Djokovic, Serena (hasta su retiro reciente) y Federer hasta los 41— siguen desafiando lo que creíamos posible. Y no solo están “manteniéndose”: algunos están mejor que nunca.
La longevidad deportiva ya no es una rareza: es una tendencia. Según el International Journal of Sports Physiology and Performance, la edad media de retiro en deportes de alto rendimiento ha subido de 28 a 33 años en la última década. En disciplinas como el tenis o el fútbol, donde antes los 30 eran una “fecha límite”, ahora son solo el inicio de una segunda etapa estratégica.
Parte del secreto está en la ciencia del entrenamiento. Regeneración celular, crioterapia, seguimiento biomecánico y nutrición hiperpersonalizada han permitido que los deportistas envejezcan mejor, se lesionen menos y se adapten con inteligencia. LeBron, por ejemplo, invierte más de 1.5 millones de dólares al año en su cuerpo, desde cámaras hiperbáricas hasta fisioterapia diaria. ¿Resultado? A los 39, sigue siendo titular indiscutido en la NBA.
Pero también hay un componente mental. Con los años, los atletas ganan madurez táctica, control emocional y visión de juego. Messi ya no corre como a los 22, pero entiende los partidos como nadie. Federer, en sus últimos años, se convirtió en un bailarín de precisión sobre la cancha. Es un nuevo tipo de excelencia: menos explosiva, más elegante.
Y este fenómeno tiene impacto más allá del deporte. Inspira a millones de personas a resignificar la edad como algo flexible. Nos recuerda que el talento no tiene fecha de vencimiento, y que el cuerpo —bien cuidado— puede rendir con calidad mucho más tiempo del que nos enseñaron.
En tiempos donde todo se acelera, estos ídolos nos enseñan algo valioso: ir más lento, pero llegar más lejos. El verdadero prime puede que no esté en la juventud… sino en la evolución.