¿Recuerdas cuando tenías 5 años?, ¿cómo hablabas?, ¿a qué jugabas?, ¿qué disfrutabas?, o ¿cómo te reías?
Creo que todos hemos tenido sentimientos encontrados ahora que regresamos a la vida “cotidiana” después de 2 años, de un ritmo de vida totalmente diferente al que estábamos acostumbrados; estamos en una época difícil, con mucha violencia, escocidos, y de cambio. Esto nos ha orillado a tener una gran autoexigencia en todo sentido, laboral, personal, etc.
¿Has sentido altibajos en la relación contigo misma?, ¿esa voz en tu cabeza que te juzga cada vez que cometes algún error?, ¿Has sentido que estar estresada, tensa o preocupada se volvieron emociones rutinarias? Si tu respuesta es sí, entiendo tu sentir, y por eso hoy te quiero compartir un ejercicio que me ha ayudado a estar más presente, más relajada e incluso contenta conmigo misma durante diferentes situaciones.
Hace varios meses mi mamá me enseñó un ejercicio en el que te sientas en tu lugar seguro, puede ser tu cuarto, un jardín, tu sala, etc. (de preferencia estar sola). Primero comienzas a respirar lento y profundamente, luego cierras los ojos, te imaginas de niña, trata de imaginarte entre los 4 y los 6 años (yo me imagine cuando tenía 5) y comienzas a ver a esa niña frente a ti, su pelo, sus cejas, su nariz, sus ojos con ese brillo destacable y con una gran inocente, risueña, platicadora, juguetona o incluso un poco miedosa; recuerda todos esos rasgos característicos de cuando eras niña. Ya que visualices a esa pequeña, recuerda todas las veces que te has insultado, que te has tratado mal, que te has faltado al respeto, situaciones en las que te hayas dejado pisar o simplemente no darte tu lugar, comienza a sentir eso que ha vivido esa niña dentro de ti (puedes tomarte el tiempo que necesites, llorar, gritar, etc.) Deja salir todas esas emociones. Después de analizar y sentir todo empiezas a empatizar contigo misma, comprendes que esa niña tiene miedos e inseguridades. Y viene la parte difícil de pedirle una disculpa a esa pequeña persona por lastimarla con tus acciones y palabras y perdónate, recuerda que nadie es perfecto. Finalmente, abraza fuerte y con mucho cariño a tu niña interna, y cuando te sientas lista abres los ojos. Ya verás como te sientes mejor.
Este ejercicio lo puedes hacer múltiples veces y créeme que esto te ayuda a entender que la única responsable por ti misma, eres tú, y que eres la encargada de cuidar a esa niña como te hubiera gustado que lo hicieran. Cuidarla no es fácil, a veces nos dejamos llevar por el entorno o nuestras acciones del día a día, pero el chiste es ir aprendiendo de los errores y no ser tan dura con una misma.
Estar conectada con tu niña interna es chambita personal, y eso te ayuda a volverte más consciente de ti misma y de tu entorno, generando una consciencia colectiva y, por lo tanto, un espacio y ambiente seguro para ti y para los demás.