Todos tenemos una caja cerrada que lleva semanas (o meses) en un rincón. Esa compra online que nunca abrimos. Ese regalo que no estrenamos. Esa prenda que nos encantó en tienda… pero sigue con etiqueta. Bienvenidos al curioso “síndrome de la caja sin abrir”.
Aunque parece una simple distracción o flojera, detrás suele haber razones más profundas. Según el psicólogo Christian Jarrett, este fenómeno se relaciona con la ansiedad posconsumo: cuando compramos algo impulsivamente y, al llegar, nos enfrentamos a la culpa, el gasto o la idea de que “no era tan necesario”.
Pero también está el factor emocional: a veces, no abrimos una caja porque representa una versión de nosotros que aún no somos. Como si al abrirla confirmáramos que tenemos que “activar” algo que aún no estamos listos para asumir.
En Japón, el método de organización de Marie Kondo sugiere que si algo no “te genera alegría”, debería irse. Pero ¿y si no lo abrimos porque nos genera demasiadas emociones? Tal vez no sea sobre el objeto, sino sobre lo que representa.
La acumulación pasiva (cosas sin usar, sin abrir, sin regalar) habla de una necesidad de control emocional. No es solo desorden. Es un espejo de nuestros tiempos: queremos sentirnos bien comprando, pero a veces posponemos el acto de enfrentar lo que eso implica.
La próxima vez que veas una caja cerrada en tu casa, pregúntate: ¿por qué no la abrí? Quizás la respuesta no esté adentro… sino en ti.