En una era dominada por apps de delivery, superfoods traídos desde el otro lado del mundo y modas alimentarias que cambian con el algoritmo, un movimiento silencioso pero poderoso está tomando fuerza: la vuelta a la cocina de nuestras raíces. Las recetas de la abuela —esas que huelen a casa, a infancia, a olla a fuego lento— no solo están regresando a las mesas, sino que están siendo reivindicadas por la ciencia, la cultura y la salud.
Hoy más que nunca, la gastronomía ancestral se presenta no como una nostalgia romántica, sino como una respuesta sensata y profunda a un sistema alimentario globalizado, acelerado y, muchas veces, desconectado de lo esencial. Y aquí te explicamos por qué.
Comida con memoria: el poder simbólico y cultural de las recetas tradicionales
La cocina ancestral no es solo un conjunto de platos típicos. Es, sobre todo, una forma de contar historias, de transmitir valores y conocimientos a través de ingredientes y técnicas que han sobrevivido generaciones. Como lo afirma la UNESCO, que declaró la gastronomía mexicana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, “la cocina tradicional constituye una expresión de identidad cultural que refuerza los lazos sociales”.
Y hay datos que lo respaldan: según una encuesta de Pew Research Center (2023), el 67% de los millennials y Gen Z en Estados Unidos valoran “cocinar recetas familiares como forma de mantener su conexión con sus raíces culturales”. En Latinoamérica, el número se eleva a más del 80%, según datos del BID.
La ciencia lo confirma: la sabiduría de las abuelas tenía razón
Aunque no tenían laboratorios ni estudios clínicos, las abuelas sabían lo que hacían. Muchas de sus prácticas ahora son validadas por la ciencia moderna:
- La fermentación, presente en preparaciones como el tepache, el chucrut o el kimchi, fortalece el microbioma intestinal. Estudios publicados en Nature y Cell confirman que una dieta rica en alimentos fermentados mejora la inmunidad y reduce la inflamación crónica.
- Los caldos de hueso, tan comunes en la cocina ancestral, contienen colágeno, aminoácidos y minerales que benefician las articulaciones y la salud digestiva.
- La cocción lenta preserva mejor los nutrientes que la fritura o el microondas. Un estudio de la Universidad de Harvard demostró que este tipo de cocción permite una mayor biodisponibilidad de antioxidantes en vegetales.
- El uso de plantas medicinales como el epazote, la cúrcuma, el jengibre o la hierbabuena en infusiones y sopas tiene efectos comprobados en la digestión, el sistema inmune y el estrés.
¿Por qué están regresando?
En un mundo saturado de comida ultraprocesada, sabores estandarizados y vidas aceleradas, la gastronomía ancestral representa una reconexión con lo simple, lo local y lo verdadero. Según el informe global de Whole Foods Market Trends 2024, una de las mayores tendencias alimentarias es el “back to basics”, es decir, volver a ingredientes y métodos tradicionales.
Además, la pandemia potenció este regreso. Durante el confinamiento, millones de personas volvieron a cocinar en casa, a preparar pan, caldos, conservas y fermentos. Una encuesta de Statista reveló que en 2021, el 56% de los consumidores en América Latina cocinaron más recetas familiares que antes de la pandemia, y muchos declararon su intención de seguir haciéndolo.
De la cocina a la resistencia cultural
Volver a las recetas de la abuela también es un acto de resistencia cultural frente a la homogeneización alimentaria. Es proteger variedades de maíz nativo, técnicas de nixtamalización, formas de preparar el pescado, el pan, los caldos, los dulces. Es decirle al mundo que nuestra historia no solo se cuenta con palabras, también con sabor, textura y tiempo.
En países como Perú, México, India o Marruecos, chefs contemporáneos están retomando estos saberes no para “modernizarlos”, sino para honrarlos. En lugar de buscar lo nuevo, están regresando a lo profundo.
¿Y qué tienen de especial las recetas de la abuela?
- No se miden en tazas, sino en “una pizca”, “lo que agarres con tres dedos”, o “hasta que huela rico”.
- No siguen un reloj, sino el tiempo del fuego, de la paciencia y del cariño.
- No tienen aditivos, pero sí mucho ingrediente secreto: memoria, intuición y amor.
Conclusión: El futuro tiene gusto a pasado
La gastronomía ancestral no es una moda pasajera. Es una brújula en medio del caos alimentario moderno. Cocinar como nuestras abuelas no es retroceder, es volver a una sabiduría profunda que la ciencia recién empieza a entender.
Así que la próxima vez que prepares una receta que lleva horas, que requiere paciencia y no entra en el microondas, recuerda: estás cocinando algo más que comida. Estás alimentando tu historia, tu salud… y tu alma.